Paisajes sostenibles

La definición de un paisaje sostenible es bastante sencilla. Un paisaje sostenible es el desarrollo de la tierra para fines de vivienda. Se hace de manera que el impacto en la naturaleza sea mínimo.

De este modo, la zona sigue siendo utilizable para las generaciones futuras. La miopía es la maldición de la humanidad. Para impresionar hoy en día, el hombre suele tomar medidas que a la larga resultan perjudiciales para la naturaleza.

La importancia de un paisaje sostenible

Como resultado, el concepto de éxito queda completamente anulado. Esto se aplica a todos los aspectos de la vida. Ya sea en la economía o en el gobierno, o incluso en áreas tan fundamentales como el desarrollo personal. Hay partidarios del "vivimos en el presente".

Pero no es seguro que lo hagan realmente sin mirar al futuro. El presente puede ser a veces bastante derrochador.

Desde el punto de vista ecológico, la falta de comprensión de la sostenibilidad es un ejemplo de ello. La sostenibilidad es una práctica que impregna todas las acciones. Pero, curiosamente, pocas personas son realmente conscientes de la importancia y la necesidad de este concepto. Veamos un aspecto de nuestra vida en el que la sostenibilidad puede dejar una profunda huella.

Minimizar las aportaciones a un paisaje sostenible

Una de las ideas fundamentales de un paisaje sostenible es limitar los insumos adicionales. Cuando el suelo se deja a su aire, se adapta a las circunstancias del entorno. La vegetación crece y mantiene una fauna típica de estas características.

Esto permite que las cosas sucedan a su propio ritmo. Todo lo que se desarrolla en el curso de la evolución es resistente y resiliente. Cuando la tierra está habitada o se utiliza, es importante tratarla como un organismo vivo.

Los cambios radicales pueden producir resultados milagrosos. Esto puede verse en una sola generación.

La clave de un paisaje sostenible es minimizar el uso de fertilizantes en la medida de lo posible. La materia orgánica está siempre disponible para el suelo. Puede utilizarse para aumentar la productividad.

Los aditivos químicos, en cambio, contaminan el suelo al forzar en exceso sus recursos y acaban por agotarlo.

Proteger y preservar lo que ya existe en un paisaje sostenible

El suelo es un tesoro de recursos: agua, minerales y nutrientes. En su afán por acelerar el crecimiento de las plantas, los agricultores tienden a sobreexplotar los recursos existentes.

El agua y los nutrientes no pueden mantenerse indefinidamente. Este es un problema general al que muchos de nosotros ya nos enfrentamos. El descenso del nivel freático y la lixiviación de los minerales son fenómenos muy extendidos.

Para conseguir un paisaje sostenible, es importante tomar medidas para garantizar que los recursos no se utilicen de forma indiscriminada.

¿En qué se diferencia de las prácticas actuales?

Actualmente, aplicamos métodos que dan resultados inmediatos. Las plantas florecen abundantemente y los frutos son más grandes y jugosos. Además, están disponibles todo el año. Utilizamos aditivos químicos en grandes cantidades.

Para garantizar la disponibilidad de la fruta durante todo el año, el suelo se trabaja constantemente. Esto conduce a un uso excesivo de agua y nutrientes. Muy rápidamente, el suelo empieza a perder su productividad. Esta pérdida de vitalidad nos obliga a utilizar más abono.

Un paisaje sostenible garantiza que el suelo permanezca dopado de forma natural durante más tiempo. La flora y la fauna se adaptan a este tipo de suelo y florecen como nunca antes. Puede que no obtengamos resultados extraordinarios, pero son lo suficientemente buenos. La ventaja es que el producto se conserva durante más tiempo y con menos insumos.

El paisajismo y la jardinería sostenibles son la forma más sensata de convivir con la naturaleza. Si no cuidamos los recursos limitados, incluso los suplementos acabarán fallando.